
Escupió al piso otra vez, con su bota sucia pisó la escupida como quien está matando a una cucaracha.
Mirando al horizonte puteó en voz baja. Sólo para él. las nubes pasaban corriendo carreras sobre su gorro. Bajo él los pensamientos más penosos chocaban entre ellos y le endurecían el seño.
Mezclaba los dedos, los barajaba, los estiraba, los mezclaba otra vez, los hacía crujir. Puteaba.
Buscaba respuestas a su falta de preguntas. Estaba vacío. Y eso que no pedía nada, que era un ser sin pretenciones. Sin siquiera un futuro por el cual jugarse unas monedas. Nada de él, de lo que fué, habitaba hoy su alma.
Siempre tropezando, siempre arrancando de cero. Siempre escapando por las ventanas.
había nacido con el destino meado por un zorrino. Puteó en silencio ahora.
Se pasó las manos por la cara, como lavándolas con viento, y se puso a hacer dedo. Otra vez.
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