
No puedo decir la verdad.
Cuánto amo tus besos prohibidos, cuánto.
Nadie sabe que cada día muero
por no escuchar tus latidos dentro mío.
Y cada noche me asomo a ver
cómo las estrellas,
silenciosas testigos de nuestro desenfreno
permanecen aún allí.
Cómo un esclavo fiel.
Nadie sabe nada de nosotros.
Sólo yo y mi pena
atados a tus inolvidables gemidos de sirena.
Sólo mi boca y el recuerdo
en los labios de tus besos de otro mundo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario